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ESPERANDO TU COMPAÑIA : el desenlace final

Hola, después de las fiestas os dejo el desenlace de esta historia que ya lleva muchos años escrita. Y, porque una es una dama, no revelaré cuántos años hace ya de eso.

¡Qué tengáis una buena lectura!




                                                     ESPERANDO TU COMPAÑIA
                                                                El desenlace final


En Navidad, pude visitarles otra vez, pero siempre tenía que ir yo. Ella decía que no podía separarse de Andy puesto que era muy pequeño. Para mí que se creía que se escaparía como hice yo. Aunque era un niño muy bueno, no debería de estar tanto tiempo con ella y pasarlo con otros niños de su edad. Al decirle esto a mi madre, me echó de casa. En ese momento pensé que no debí de haber vuelto a casa. Todo esto ocurrió al año siguiente y mi padre no dejó de consolarme durante un largo período.
            A Robert le iba mejor. Me aliviaba su compañía  y su manera de tranquilizarme. Pasó muy rápido el tiempo y las cosas evolucionaron. Él acabó la carrera y yo tardé un poco más porque me supuso mucho esfuerzo el tener que trabajar y estudiar a la vez. Así que con venticuatro años todavía estaba en la universidad, en quinto de derecho. Robert comenzó a buscar un trabajo, pero no lo encontraba. Le dije que no se preocupara y que cuanto menos lo esperase aparecería.

            ¡Qué poca comprensión por parte de mi madre! ¡Cuatro años sin hablar con ella! Pude ver a mi padre y a Andy que ya tenía siete años. Ellos venían a verme sin que mi madre lo supiese. Pasábamos un día entero juntos. Ese año Robert me pidió que me casara con él, sin embargo le dije que tenía que acabar la carrera. ¡Acabar la carrera¡ No la acabé. Todo me salió mal. Mis planes, mis ilusiones, Robert, mi familia y ahora estoy sola. Esperando compañía, ¡tú compañía¡

            Al año siguiente de ver a mi padre, cuando yo tenía venticuatro años, todavía estaba en la universidad. Me sentía agobiada y agotada. Vivía con Robert compartiendo piso y compartiendo lo que comparte una pareja. Le dije a mi padre que me iba a casar después del verano. Todavía no estaba la fecha puesta y que sería después de acabar la carrera. No debí de hablar con él. No recuerdo peor humillación que la que me pasó. Todo ocurrió ese año, y tan deprisa...Podía haber ocurrido en otro año o en otro momento, ¡pero todo a la vez...!¡No lo soporté! Tuve que irme de allí. Ya nada ni nadie era sincero conmigo.

            Robert y yo volvíamos de hacer futing. Al llegar a casa sonó el teléfono. Era la voz de una mujer. Reconocí inmediatamente quién era y  le dije a Robert que era su tía. Se puso al teléfono y tuvo que salir corriendo de casa. Pensé que se trataba de alguien que estaría muy enfermo o alguno de sus abuelos, como en años anteriores. No me dio tiempo a pararle y por tanto, no me dijo dónde iba. Entonces decidí seguirle. Él cogió su coche, pedí un taxi y lo seguí hasta lo que era la fachada de un edificio muy alto, en el centro de “Los angeles”. Él bajó del coche rápidamente, aparcando en unas de las plazas del parking del edificio. Pagué al taxista y corrí detrás de él disimuladamente. Yo no me esperaba que fuese a ese sitio. Entré y era enorme. Recuerdo que todo el mundo me miraba como si fuese una intrusa (creo que era porque iba en chandal). En cambio a Robert no le miraban. Subió en un ascensor y oí que le decía al ascensorista “a la planta 33”. Yo subí en el otro ascensor para seguirle. Cuando el ascensor se abrió, vi que él corría por los pasillos gritando a la gente “¡dónde está!”, y alguien del pasillo señaló la puerta de un despacho. Entró y cerró bruscamente. Yo corría detrás de él de puntillas y una señorita me preguntó que quería. Le pedí que llamase a la persona que había entrado. Ella me contestó que el señor Robert Smith se encontraba en una reunión muy importante con su tía y con unos compradores de Alemania. “Perdón, no entiendo quién se supone que es el señor Robert Smith” y ella contestó: “es el presidente de la compañía Grupo de construcciones y producciones SMITH”. Me dijo además que era dueño de una gran cadena de empresas de construcción. Al decir esto, le pregunté si también era dueño algunos de los edificios  de aquí, en Los Angeles. Respondió que tenía varios edificios que se utilizaban en alquiler. Entonces comprendí que Robert me había estado mintiendo. No me contó que era rico y su fortuna se debía a la herencia de su padre, aunque antes de fallecer nombró a su hijo presidente de la empresa para conservar la firma  Smith. También supe que el edificio donde viví los años de residencia cerca de la universidad, era suyo. Y aún así, quería encontrar un trabajo. ¡Tenía tantos ingresos que podía perfectamente vivir el resto de su vida sin trabajar! Lo que hice después fue marcharme corriendo del edificio. Recuerdo que la secretaria me preguntó si quería que le dejara algún mensaje.
            Cuando llegué a casa comencé a hacer las maletas para mudarme a un motel y después buscarme otro piso. Recuerdo que durante esos días me había mareado alguna vez, y no tenía ganas de comer. Pensé ir al médico a la semana siguiente, o sea, el Lunes. Aquel día fue horrible. Ese mismo Viernes, Robert se había enterado de que yo estuve en su edificio. Llegó a casa muy preocupado y con ganas de aclararlo todo. Pero no contesté a ninguna de sus preguntas. Sólo le decía en voz baja “cómo has podido hacerme esto”. Lo repetía una y otra vez, pero él no me oía. Él seguía preguntando con más énfasis y mal humor y al final tuve que gritar. Me encerré en la habitación hasta el día siguiente.
Era Sábado, me levanté y me vestí. Me arreglé y salí de la habitación. Robert estaba dormido en el sofá. Yo adoraba su forma de ser, su pelo castaño claro, sus ojos azules, pero fue una fantasía. Él lo quiso así. Yo no soportaba la mentira, porque ya vivía con otra en mi familia. Fui a la cocina para preparar café. Seguramente por su olor Rorbert se despertó. Me miró un rato sin hablarme y luego se levantó. Le serví el café. Yo me senté en la mesa de la cocina y desayuné. Ya no me miraba. Tenía ganas de llorar, de gritar, de escapar de esta situación. Hice la cama y él se fue a hacer futing. Arreglé la casa y preparé la comida. Él volvió de la calle y me dijo que esta vez lograría sacarme algunas palabras. Se duchó y se cambió de ropa. Llevaba un pantalón vaquero y una camisa blanca de manga corta. Me pidió que me sentara a su lado, y lo hice. Primero comenzó a disculparse por lo sucedido, y se excusó dicendo que era mucha responsabilidad su cargo en la empresa y que pensaba dejarlo. Por eso, me dijo que quería buscar un trabajo. Aunque sus palabras no me convencían, su vida la sentí muy desdichada. Pero me quedé muy sola después de lo ocurrido. Jamás me volvería a entregar tanto a una persona como fue con él. Yo le comenté que sus palabras de disculpa bien hubiesen servido durante otro momento. Él dijo que lo sentía de verdad y quiso besarme. Yo aparte mi cara porque alguién llamaba a la puerta. Robert se levantó para abrir y yo preparé la mesa. Desde la cocina oí la voz de mi padre, y sonreí, pues él no conocía personalmente a Robert. Oí que comentaba que sentía no haber llamado antes de llegar, pero así ocurren las cosas. Después se dirigió a la cocina donde yo estaba. Le dije que le había oído perfectamente, ya que mi padre cuando habla, le oye todo el mundo desde China hasta Perú. Hablando con mi padre noté que la puerta se cerró. Vi entrar a Andy por la cocina y le estreché entre mis brazos. Al cogerle, allí estaba ella. No me lo podía creer. Después de cinco años sin vernos. Parecía que mi padre le había comentado que me iba a casar. En aquellos momentos las cosas no iban como yo quería. Dejé a Andy en el suelo por si me decía algo, y lo único que dijo fue que esta casa parecía más acogedora que la anterior. Robert entró y contestó que la habíamos decorado entre los dos. Ella dijo que yo tenía muy mal gusto (como siempre), pero Robert contestó que en la casa hay algo más que la decoración y son las personas que viven dentro. Ella ya no contestó. Le dije a mi padre que estaba preparando la mesa para comer. Andy me pidió un vaso de agua y enseguida mi madre me lo quitó de las manos para dárselo. Pero Andy refunfuñó y le dijo que era yo la que debía de dárselo porque era mi casa y mi vaso. Yo le sonreí y le dije que daba igual. Ella me dio el vaso y Andy se lo bebió. Todos se quedaron a comer.
            Me encontré en una situación incómoda debido a que estábamos todos juntos como si fuera un sueño. Robert y mi padre se llevaban muy bien. Andy no paraba de preguntarme cosas y yo de contestarle. Mi madre no decía nada, solo se limitaba a observarme. Tenía sus ojos clavados en mí. Era como si su mirada pudiera paralizarme, y a veces lo conseguía. Mi padre preguntó por la fecha de la boda y cuando yo iba a contestar de que se aplazaba, Robert me cogió de la mano y le dijo que aún nos quedaba tiempo para pensarlo. Pensé en lo que pasaría después del verano pero lo veía todo muy confuso. A mi padre le gustó mucho la comida y también a Andy. Mi madre no opinó, preguntó la hora que era mirándome con esa mirada paralizadoramente absurda.
            Cuando acabaron de comer, dijeron que pasarían el fin de semana en un apartamento que compró mi padre para estar más cerca de nosotros. A mí eso me conmovió. ¡Viniendo de mi padre¡ No tardaron mucho en marcharse puesto que mi madre no paraba de insistirle a mi padre de lo tarde que era. Así que pronto se marcharon. Después, Robert me dijo que nos quedaba algo pendiente por resolver. Preguntó si yo pensaba irme, ya que vio las maletas. Le contesté que no lo sabía. No tenía ganas de comer y él lo notó. Me preguntó si me encontaba mal y le dije que estaba un poco mareada y me pidió que me tumbara en la cama. Dormí una cuantas horas. Al levantarme, Robert había fregado los platos y arreglado la cocina. También había hablado con alguien por teléfono y me dijo que eran sus abuelos. Le pregunté porqué le había dicho a mi padre que la boda se seguiría  haciendo, y él contestó que necesitábamos tiempo para comprendernos y ahora era el momento. Le dije que yo no estaba segura y lo entendió. Extendió su brazo para coger mi mano y así acercarme a su regazo. Yo no accedí.

            Fuimos a visitar a sus abuelos porque querían verme. Se alegraron al recibirme en su casa. No querían que yo les ayudara en nada porque para ellos yo era su invitada. Insistieron en que nos quedáramos el Domingo con ellos. Y como insistieron e insistieron tanto, contesté que sí forzadamente. La abuela de Robert no paraba de decirme lo bueno y maravilloso que era él conmigo. Yo asentía con la cabeza pero prefería evitar conversar sobre él. Admiraba la vida de ambos. Siempre fueron grandes personas que se dedicaron al cultivo de cereales. Ellos sabían que mi padre era comerciante de maíz y alababan su trabajo.
El sitio donde vivían era magnífico. Un lugar donde podían descansar y contemplar a la naturaleza desde muy cerca. Sus campos verdes y los amarillos (de la cosecha) tenían vida propia porque se movían en compañía del viento. La casa se encontraba cerca de la desenbocadura del río. Si caminabas por él hacia abajo, te encontrarían con un lago inmenso. Robert y yo habíamos ido otras veces antes de aquel día. La abuela de Robert me contó que ese sitio siempre ha sido su hogar. Tuvieron oportunidades de trasladarse a Los Angeles pero ellos adoraban Illinois. Nunca han salido de ese estado aunque con motivo de nuestra boda harían una excepción. Ahora siento no poder comprender las cosas mejor y saber retificar a tiempo los errores que cometí.
            Robert y yo durmimos en habitaciones separadas aunque a su abuela no le importaba, al contario, porque otras veces dormíamos juntos. Pero ese día era muy distinto. Para mí todo cambiaría rápidamente. Los recuerdos se irían borrando pero las personas no. Esa noche no pude dormir. Pensé en lo que tendría que hacer. También me encontraba muy mal sin saber a qué se debía. Fui al baño tres veces con mucha angustia. Tuve la sensación de que lo que me pasaba sería algo serio. Y tuve razón.
            Al día siguiente, entró la abuela de Robert para despertarme. Dormí hasta las doce de la mañana, y es que me dormí muy tarde. Ella me ayudó a levantarme. Me encontró muy pálida y pensó que la comida no me sentó muy bien. También, durante la semana siguiente empecé a no tener ganas de comer, debido a lo que me iba sucediendo. Ese día, Robert y su abuelo se habían ido a pescar muy pronto. Parece mentira que con setenta y dos años, su abuelo todavía se encuentre bien, y eso que antes había estado enfermo. Yo, en cambio, no tengo abuelos porque no llegué a conocerlos. Y tampoco a mis verdaderos abuelos. ¡Qué lío¡ Ayudé a la abuela a preparar la comida y me dio consejos sobre cómo una esposa debía de comportarse. Yo no me sentía muy bien y no me encontraba de buen humor. Tuvieron mucho éxito en la pesca, pero no tenía hambre. La abuela me hizo una sopa con fideos y un huevo frito con un filete. Se lo agradecí mucho. Me dijo que no faltara mañana a la visita del médico. Robert me miró y me preguntó porqué no le dije lo del médico y le contesté que pensaba que no era grave.
            Llegamos a casa más pronto para que yo me recuperase. Me sentía muy cansada y me acosté. Le agradecí a él el cómo me trataba. Supe que le quería cuando me marché para siempre de su lado. Él me abrazó y se quedó conmigo durmiendo.
            Al día siguiente, oí que me despertaban. Era Robert. Me dijo que me acompañaba al médico si yo quería. No supe responder. Se marchó a la cocina pensando que yo le contestaría más tarde. Me preparó el desayuno y le dí las gracias. “¿Todavía te piensas marchar?”. Le dije que sí con la cabeza. Subimos al coche, pero no arrancaba. Le faltaba gasolina, ya que ayer estubimos en Illinois y al volver del avión se nos olvidó llenar el depósito. Él me pidió un taxi y me dijo que iría después. Fui yo sola a la consulta del doctor. Sabía que él podía haberme acompañado pero él sentía que yo no quería. Cuando llegué me hicieron pasar de inmediato. Era una doctora. Me senté y le conté como me encontraba en los últimos días. Me preguntó si anteriormente me había hecho alguna prueba de embarazo. Yo le contesté que no. Me asusté poco a poco. Ella me hizo que le diera una muestra de orina. Y así lo hice. Ahora todo encajaba. Los vómitos, los mareos, la falta de apetito... Me hicieron esperar un momento. Esperé en la sala y vi entrar a Robert. Me preguntó qué hacía aquí y yo le contesté que todavía esperaba al médico porque tenía que darme algo. Le dije que no sabía lo que era. Él se asustó, pero yo le tranquilicé y tuve que mentirle. Le dije que estaba enferma y que con medicinas me curaría. Sólo era cuestión de tiempo. Sus ojos azules me miraban fijamente. Y me apoyé en su hombro. Una enfermera me llamó. Acudí yo sola y me explicó lo que pasaba. Las pruebas resultaron ser positivas. No me lo podía creer. Tampoco quería creérmelo. Me sentía exhaltada y asustada por la situación en la que me encontraba. Salí sin dejar a la enfermera que terminara de explicármelo todo. Y no miré a Robert. Me fui del consultorio y tomé un taxi. Robert vino detrás de mí para saber lo que me pasaba. Yo no quise . Subí al taxi y él me preguntó lo que iba a hacer, y le contesté que me marchaba. El coche arrancó y no pude evitar llorar. Le dije al taxista la dirección de la casa y le pedí que se esperase. Cogí las maletas y el taxista las metió. Me llevó a un motel alejado de la ciudad y alquilé más tarde un apartamento.

            Tengo ganas de que me hagas compañía y me traigas alegría. He escrito mi relato para que sepas lo que hice. Me hubiera gustado que conocieses a tu padre pero no creo que me perdone. Quiero que sepas que fue una persona muy buena y que me quiso mucho. Y a ti también te querrá. Dentro de poco sabrá de tu existencia porque le he mandado una copia de este relato. Mi padre sabe que te llamarás Bryan en honor a tu abuelo, el padre de Robert. Y tu tío Andy ya tiene nueve años. Poco falta para que nazcas. Sólo un mes. Todo el tiempo que has tardado en darme tu compañía es el tiempo que he estado sin tu padre. No se si tu abuela sabrá algo de tí, pero sólo sé que ya no tengo miedo, que te quiero mucho y a ti también Robert. Espero que me perdones y me ayudes como siempre lo has hecho.

Querido Bryan: cuando leas este relato ya serás mayor para comprenderlo, y sabrás todo lo que tu madre y tu padre han hecho cuando tú todavía no habías nacido. Tengo una sorpresa para ti. Tu padre me pidió que me casara con él cuando estabas a punto de nacer.

                                                            Tu querida madre:
                                                          
Sra. Maron Elisabeth Smith (Mary no, porque suena horrible)


                                                                                                                                        FIN

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